Qué conllevaría un nuevo orden mundial para la economía global
La invasión rusa de Ucrania ha abierto líneas de fractura entre las naciones que afectarán a las relaciones comerciales y a las inversiones durante los próximos años.

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La guerra en Ucrania ya está teniendo un efecto significativo en la inflación y la actividad económica mundial, ya que los precios de las materias primas se han disparado y las cadenas de suministro se han visto interrumpidas. La inflación en el grupo de países del G7 superó el 7% en abril, la más alta de los últimos 40 años, y alcanzará los dos dígitos en algunos países, como Reino Unido, a finales de este año.
El conflicto también supone un acontecimiento decisivo, ya que desafía los supuestos establecidos sobre el equilibrio del poder geopolítico en la economía mundial. Esto tiene implicaciones para las futuras alianzas, el comercio y la inversión.
Hemos analizado el largo plazo y las fuerzas disruptivas que impulsan el crecimiento mundial en nuestra serie de Verdades Incuestionables, en la que nos centramos en el impacto de la política, el cambio climático y la tecnología (véase Cómo ha afectado Covid-19 a las Verdades Incuestionables). El riesgo geopolítico está cobrando importancia y fue citado como uno de los principales riesgos a los que se enfrentarán los inversores en los próximos 12 meses en el Estudio del Inversor de Schroders.
En nuestra opinión, las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania se prolongarán durante muchos años y actuarán como una fuerza perturbadora más en la economía mundial. En esta nota analizamos cómo la guerra podría conducir a una realineación de las potencias mundiales y a una economía mundial más regionalizada, con implicaciones para las cadenas de suministro globales y la inflación.
Más allá de la invasión rusa de Ucrania: ¿un nuevo orden mundial?
Comenzamos analizando cómo la guerra puede alterar la geopolítica y luego nos preguntamos cómo se verán afectados los futuros flujos de comercio e inversión a través de los cambios en las cadenas de suministro.
Aunque es claramente importante en los mercados energéticos, Rusia sólo representa una pequeña parte (2%) del comercio mundial. Desempeña un papel relativamente menor en la inversión internacional y en las cadenas globales de suministro o de valor (CGV). A primera vista, el impacto de la guerra y las sanciones no parece ser una amenaza para la globalización en general.
Sin embargo, la invasión de Ucrania ha demostrado el poder de las sanciones. También ha abierto una brecha entre las naciones que se oponen a la guerra y apoyan a Ucrania, y otras que están con Rusia. Adicionalmente, hay un gran grupo de países que adoptan una posición más neutral y que en algún momento pueden verse presionados para elegir un bando.
En efecto, la guerra ha abierto una línea de fractura entre las naciones e influirá en el comportamiento y la inversión en el futuro. Las empresas son ahora más conscientes de los riesgos y costes políticos asociados al comercio y a la inversión extranjera directa (IED).
Una de las primeras lecciones del conflicto de Ucrania ha sido el poder de las sanciones para aislar una economía del sistema financiero mundial. Rusia pensó que estaba bien preparada, pero se encontró con que su cofre de guerra de 600.000 millones de dólares de reservas de divisas era insuficiente. El acceso a ellas se ha visto obstaculizado por sanciones como la exclusión del sistema SWIFT, que es fundamental para realizar pagos internacionales.
Además de las protestas de la opinión pública, estas sanciones han obligado a las empresas occidentales a cancelar importantes inversiones en Rusia desde el inicio de la guerra. Las estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo sugieren que dos tercios del stock de inversión extranjera directa (IED) de Rusia está en manos de empresas domiciliadas en países de mercados desarrollados opuestos a la guerra. Las 10 principales participaciones de las empresas multinacionales ascienden a 105.000 millones de dólares, gran parte de los cuales han sido amortizados.
Ignorar los riesgos políticos puede salir caro, pero identificarlos de antemano nunca es sencillo. Una forma de hacerlo es observar cómo votan los países en los foros internacionales. Por ejemplo, la reciente votación de las Naciones Unidas (ONU) para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos proporciona algunas pistas sobre cómo pueden ser los futuros alineamientos.
Se consiguió la mayoría de dos tercios necesaria para expulsar a Rusia, con un fuerte respaldo de Occidente, especialmente de los 30 países de la OTAN. Sin embargo, hubo algunas abstenciones notables como la de India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia, México, Arabia Saudí y otras naciones de Oriente Medio. Por su parte, Rusia, China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Siria y Vietnam fueron algunos de los 24 países que votaron en contra.
China y los riesgos de ampliar las sanciones
Claramente, China destaca entre los disidentes. La segunda economía del mundo representó el 18% de las exportaciones mundiales de mercancías [1] en 2021, la cifra más alta para un solo país según la Organización Mundial del Comercio (OMC). China también ha atraído una cantidad considerable de inversión extranjera directa, ya que las empresas buscan una exposición directa al mercado chino. En 2021 fue el segundo mayor receptor y la cuarta mayor fuente de IED.
Unidos por la desconfianza en las instituciones occidentales y, en particular, en la OTAN, Rusia y China han formado una alianza que "no tiene límites", lo que indica que hay margen para una amplia cooperación. Desde el punto de vista económico, ambos son países complementarios, ya que Rusia busca una tecnología más sofisticada y China es muy dependiente de las materias primas. También puede ser posible negociar con el yuan chino frente al rublo ruso fuera del sistema SWIFT y libre de sanciones occidentales.
Hasta ahora, China ha sido cuidadosa en lo que dice sobre la crisis de Ucrania y, por el momento, no ha habido una aceleración del comercio con Rusia. Sin embargo, a medida que se desarrolla la amistad, existe el riesgo de que el apoyo o incluso la falta de oposición a Rusia se interprete de forma hostil y acabe atrayendo sanciones de Occidente.
Un posible punto de inflexión es el mercado energético, donde las ventas de gas y petróleo han sido fundamentales para la financiación del ejército ruso. Como consecuencia de las sanciones, el petróleo ruso goza de un importante descuento, actualmente de 25 dólares por barril (véase el gráfico 1, más abajo), lo que supone un importante ahorro en los costes energéticos y una ventaja competitiva para las economías que estén dispuestas a comprarlo.

Parte de ese descuento se ve mermado por los costes de refinado y los seguros, pero con la UE y Estados Unidos dispuestos a embargar el petróleo ruso, se espera que el descuento en el crudo de los Urales persista. El descuento ya ha resultado suficientemente atractivo para la India, que se ha convertido en un importante importador de petróleo ruso, aumentando su participación en las exportaciones del país hasta el 18% desde el 1% anterior al conflicto de Ucrania. India y China representan ahora cerca de la mitad de las exportaciones rusas de petróleo con destino al extranjero.
En consecuencia, podemos esperar que las tensiones aumenten y no tardaremos en oír una advertencia sobre los aranceles u otras medidas sobre aquellos que apoyan a Rusia a través del comercio. Esta acción podría considerarse en la misma línea que el plan de la UE de imponer aranceles al carbono a los productos importados que dependen en gran medida de la quema de combustibles fósiles. El objetivo sería agredir a Rusia y no el cambio climático, pero las medidas serían las mismas.
Las relaciones de China con Occidente: un acto de equilibrio
Sin embargo, antes de avanzar demasiado en este tema, debemos recordar que China intentará alcanzar un equilibrio. La prosperidad de China se basa en el comercio internacional, principalmente con Occidente. La ruta comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo la más transitada del mundo, y el aumento del comercio con Rusia no puede compensar la posible pérdida de negocio con Estados Unidos o la UE.
Mientras tanto, Occidente es muy consciente de que el crecimiento del comercio con China ha sido uno de los principales motores de la globalización. El aumento de la oferta de productos chinos de bajo coste ha desempeñado un papel fundamental en la contención de la inflación (véase el gráfico 2, a continuación, para ver la relación con las ventas minoristas de EE.UU.) y, al aumentar la oferta mundial de mano de obra, ha presionado a la baja los costes salariales en los mercados desarrollados.

Si Occidente ampliara las sanciones a las naciones que se considera que apoyan a Rusia y prolongan el conflicto en Ucrania, el crecimiento mundial se debilitaría al ralentizarse el comercio internacional. China se vería muy afectada y tendría dificultades para contrarrestar la pérdida de comercio de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, el impacto también se sentiría en Occidente a través de una inflación global más alta y una crisis del coste de la vida aún mayor.
Este resultado de un escenario de estanflación significa que es probable que prevalezcan los intereses mutuos en el sistema de comercio mundial y que ambas partes actúen con cautela para evitar una escalada de las tensiones en torno a Rusia.
Otro golpe a la globalización
No obstante, el conflicto de Ucrania sienta claramente las bases para un aumento de la tensión geopolítica a medida que surge un nuevo orden mundial. En este sentido, los riesgos han aumentado y, por tanto, suponen un nuevo golpe para el modelo globalizado de cadenas de suministro. A la hora de decidir dónde ubicar la producción, las empresas multinacionales sopesarán el riesgo de resultados políticos adversos frente a los beneficios de unas operaciones más eficientes.
Por supuesto, este modelo ya se ha visto afectado por el Brexit, las guerras comerciales de Estados Unidos con China y la pandemia del Covid-19. Esta última puso de manifiesto la debilidad de las cadenas de suministro lejanas y sigue siendo un problema, ya que la política china de Covid cero sigue retrasando las entregas. La guerra comercial entre EE.UU. y China también ha provocado cierta cautela. Los aranceles y las restricciones a la tecnología han aumentado de tal manera que la IED en China se ha ralentizado.
En el caso de Reino Unido, el Brexit ha provocado importantes trastornos en las cadenas de suministro, ya que las empresas internacionales se enfrentan a las complejidades por la producción de bienes en diferentes jurisdicciones comerciales.
Mientras tanto, el cambio climático actúa como una amenaza continua de fondo con el potencial de interrumpir las rutas de suministro y la producción.
No es de extrañar que el "por si acaso" esté sustituyendo al "justo a tiempo" como principio rector para las empresas que buscan hacer más resistentes sus cadenas de suministro.
Opciones futuras para el comercio
Este escenario presenta varias opciones. Es posible que aumenten los flujos de capital hacia otros países "amigos" de menor riesgo como lugares alternativos para la IED. Las empresas pueden tener más existencias, puede aumentar la deslocalización de la producción en el extranjero, o simplemente reducir su producción, ya que los riesgos adicionales disuaden la expansión.
- Aumento de la IED a países de menor riesgo
- Las empresas tienen más existencias
- Mayor deslocalización de la producción en el extranjero
- Menos inversión, menos producción
La primera de estas opciones sería la preferida desde el punto de vista económico, ya que mantendría el comercio mundial, aunque de forma más regional. Las estimaciones del McKinsey Global Institute sugieren que entre el 15% y el 25% del comercio mundial de bienes podría trasladarse a diferentes países en los próximos cinco años. El resultado sería que un conjunto más amplio de países participaría en las cadenas globales de valor (GVC, por sus siglas en inglés), en los próximos años. Nuestro anterior análisis sobre la desvinculación entre EE.UU. y China también ofrece algunos escenarios.
Junto a esto, es probable que veamos una simplificación de los procesos de producción, como ha quedado patente en la reducción de los chips semiconductores en la industria automovilística, y una mayor estandarización, de modo que los insumos puedan obtenerse de un grupo más amplio de proveedores.
El resultado puede ser una desviación de la asignación de capital óptima, pero las pérdidas de eficiencia se minimizarían. En efecto, las cadenas de suministro podrían simplificarse y diversificarse, un resultado aceptable tanto para los economistas como para los gestores de riesgos.
El aumento de las existencias -la segunda opción posible- es probablemente la más obvia: la creación de existencias de reserva en la cadena de suministro. Esto supondría una inversión del modelo más eficiente "justo a tiempo", que ayudó a impulsar un descenso significativo de la relación entre las existencias y las ventas en la primera década del siglo. Estos descensos se produjeron entre el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la crisis financiera mundial.
Sin embargo, a juzgar por las tendencias recientes en EE.UU., ya se ha producido un cierto aumento de la relación entre inventarios y ventas en los últimos años y antes del Covid (véase el gráfico 3, más abajo). Puede que esto no sea un reflejo completo del panorama internacional, pero podría atribuirse a los bajos tipos de interés tras la gran crisis financiera, que redujeron el coste de la financiación de los inventarios.

De cara al futuro, es probable que las existencias aumenten debido a su reducida condición cíclica y a que las empresas opten por mantener más existencias a largo plazo para protegerse de las perturbaciones, pero el aumento de los tipos de interés puede atenuar esta medida.
La tercera opción, consistente en una mayor deslocalización de las cadenas de suministro, impulsaría la actividad nacional, pero representa claramente un retroceso de la globalización. La cadena de suministro puede ser más sólida y resistente a las crisis mundiales, pero la seguridad tiene un precio. Por ejemplo, trasladar la producción de Asia a Europa puede resultar caro. Aunque la relación entre los salarios de los trabajadores de EE.UU. y los de China se ha reducido desde más de 30x en el año 2000, todavía era cinco veces mayor en 2018 (las últimas cifras disponibles).
El aumento de los costes del transporte (envío y combustible) ayuda a compensar esto, pero los mayores costes laborales significan que el aumento de la deslocalización vendrá acompañado de una mayor inversión en robótica e inteligencia artificial (IA). Se necesitará una mayor productividad para seguir siendo competitivos. Uno de nuestros temas a largo plazo o verdades incuestionables -la aceleración del cambio tecnológico- se verá reforzado por la búsqueda de cadenas de suministro más resistentes.
La cuarta opción, menos inversión, es la peor, ya que simplemente significaría menos comercio, un crecimiento más débil y una renta más baja.
En la práctica, es probable que veamos una mezcla de las cuatro opciones: diversificación de las cadenas de suministro hacia países "más seguros", más inventarios y deslocalización y cierta reducción del comercio internacional.
Estanflación al aumentar la prima de riesgo de la globalización
¿Qué significa esto para los inversores? Las repercusiones de la guerra de Rusia con Ucrania apuntan a una nueva alineación de las naciones. Es probable que las tensiones derivadas de la guerra conduzcan a una economía mundial más fragmentada o regionalizada.
En términos macroeconómicos, esto significa menos eficiencia, mayores costes y una ralentización del crecimiento, es decir, más estanflación. La oferta mundial se verá aún más afectada y, en este sentido, la inflación será más difícil de controlar. El reto para los bancos centrales de mantener la inflación dentro de los objetivos será mayor, lo que hará que los tipos de interés sean más altos y volátiles.
Habrá puntos positivos, ya que la búsqueda de una mayor seguridad del suministro debería fomentar una mayor adopción de la tecnología. Las empresas tendrán que contrarrestar el aumento de los costes mediante una mayor productividad. Los salarios deberían aumentar como resultado, aunque el empleo global caería, particularmente en los mercados emergentes.
La guerra en Ucrania intensificará la atención sobre los riesgos de la globalización y eleva la geopolítica a la agenda de las empresas y los inversores. El comercio y la inversión ayudan a unir a los países, pero cuando se separan los costes son significativos.
[1] China más HK, China (OMC)
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