¿El Banco de Japón cederá ante la caída del yen?
Muchos bancos centrales del G10 han señalado aumentos de tasas agresivos, pero el Banco de Japón se ha mantenido en su postura política extremadamente receptiva. ¿Podría eso estar a punto de cambiar?

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El índice general de precios al consumidor (IPC) del Japón ha superado el objetivo del 2 % por primera vez en siete años. Aunque el aumento de los precios de los alimentos y de la energía ha sido el motor dominante, y los elementos básicos han permanecido moderados, existen indicios de una ampliación de las presiones sobre los precios. Alrededor del 70 % de la canasta del IPC es más alta que el año anterior, la mayor participación conjunta desde 2001. Y las expectativas de inflación han alcanzado el nivel más alto de los últimos 14 años, allanando el camino para que los precios sigan subiendo.
Pero un obstáculo es la arraigada mentalidad deflacionista de Japón, que ha hecho que las medidas de la inflación subyacente sigan siendo débiles. A principios de este mes, el Gobernador del Banco de Japón (BoJ), Haruhiko Kuroda, tuvo que disculparse por sugerir que los hogares estaban aceptando cada vez más los aumentos de precios.
Las encuestas sugieren que esta sensibilidad a los precios está empezando a suavizarse, aunque esto puede deberse en parte al ahorro "forzado" acumulado durante la pandemia. El Banco de Japón estimó que a finales de 2021 se situaban en 50 billones de yenes (376.000 millones de dólares). Para que se produzca un cambio permanente, es necesario que encaje una última pieza del rompecabezas: un mayor crecimiento salarial.


¿Podría Japón ver un círculo virtuoso de inflación?
Mientras que los salarios reales en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han aumentado un 36 % desde el año 2000, en Japón se han estancado. Esto siguió siendo así en el shuntō (ofensiva salarial de primavera) de este año, con acuerdos salariales que aumentaron un 2,3 % a pesar del endurecimiento del mercado laboral.
Pero la fuerte depreciación del yen podría ser un catalizador para el cambio. En términos ponderados, ha perdido más del 10 % de su valor este año. Las empresas tendrán dificultades para absorber el aumento de los precios de las importaciones, sobre todo junto con el incremento de los costos de la energía. La competitividad de las exportaciones también se verá impulsada, lo que conducirá a un aumento de la producción y la inversión. Estos factores podrían confluir para crear un círculo virtuoso de inflación.
Al margen de las principales negociaciones de shuntō, una prueba de fuego para el crecimiento salarial será la contratación asociada a la reanudación del turismo extranjero. Aun así, el Banco de Japón querrá mantener el pie en el acelerador hasta que la inflación converja de forma sustentable hacia el objetivo del 2 %. Esto mantendrá la presión a la baja sobre el yen, especialmente cuando el Banco Central Europeo (BCE) se prepara para abandonar las tasas negativas. La debilidad del yen se ha convertido en un tema polémico antes de las elecciones a la Cámara Alta del próximo mes. Aun así, el primer ministro Fumio Kishida ha subrayado que la política monetaria y los tipos de cambio deben tratarse por separado.


¿Apoyará el Banco de Japón al yen?
Hasta ahora, los esfuerzos para detener la caída del yen se han limitado a intervenciones verbales. Una inusual declaración conjunta del Gobierno y el Banco de Japón expresó su preocupación por los "recientes movimientos del mercado de divisas". Pero esto no ha conseguido frenar la presión de venta, y el yen se acerca ahora a los 140 por dólar estadounidense. Esto ha alimentado las especulaciones de que Japón optará por recurrir a su vasto arsenal de reservas de divisas de 1,21 billones de dólares. La última vez que lo hizo fue hace 24 años, cuando la crisis financiera asiática provocó una rápida salida de capitales.
Pero esto solo serviría de parche. En los siete meses transcurridos hasta junio de 1998, las compras de yenes por valor de 4,1 billones de yenes (30.000 millones de dólares) no lograron evitar que la moneda cayera un 15 % más en ese periodo. El respiro no llegó hasta octubre de 1998, después de que el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, advirtiera que las perspectivas económicas de los Estados Unidos se habían debilitado "considerablemente". En el espacio de una semana, el yen pasó de 135 a 117 frente al dólar estadounidense. Así que si las autoridades quieren apuntalar el yen, tendrán que considerar alternativas a las compras de divisas por sí solas.


Pero al yen le costará encontrar un equilibrio mientras la causa principal siga siendo la misma. Al limitar implícitamente los rendimientos de los bonos del gobierno japonés (JGB) a 10 años al 0,25 %, el Banco de Japón tiene que nadar con fuerza contra la marea creciente de las tasas mundiales. En las últimas semanas, el Banco de Japón ha tenido que aumentar las compras de JGB hasta niveles récord y ahora posee la mitad de los que están en circulación. El mantenimiento de la política actual conllevará nuevas y cuantiosas compras de JGB, lo que aumentará la presión sobre el yen.
Así pues, aunque el Primer Ministro ha tratado de separar la política monetaria del tipo de cambio, es posible que esta postura tenga que ser revisada. Una opción sería ampliar el corredor en el que los rendimientos de los JGB a 10 años pueden negociarse a 50 puntos básicos a ambos lados de cero. Esto podría amplificarse aún más con una intervención directa en el mercado de divisas, especialmente si se hace de forma concertada con el Tesoro estadounidense. No es ideal que el tipo de cambio controle al Banco de Japón, pero puede que no haya otra opción si la depreciación del yen se vuelve demasiado dolorosa de soportar.


Un periodo de "sobrecalentamiento" sería beneficioso
Es posible que el Banco de Japón no tarde mucho en actuar. Si se es excesivamente cauto se corre el riesgo de repetir los mismos errores que otros bancos centrales, que ahora tienen que adoptar posturas políticas más restrictivas. Su próxima reunión del 21 de julio incluirá previsiones actualizadas, lo que brindará la oportunidad de un giro político.
Pero para superar el estancamiento que ha asolado a Japón en los últimos 30 años, sería mejor dejar que la economía se "recaliente" durante un tiempo. Mantener la política receptiva durante un período prolongado conllevará una mayor depreciación del yen, pero ese sería un pequeño precio a pagar si significara el fin de las Décadas Perdidas.
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